Un hipogrifo es un animal fantástico híbrido, cuya mitad delantera es un
ave con cabeza, plumas, alas y garras y la mitad trasera, un mamífero
con pezuñas y una cola que recuerda a la de los caballos.
Su representación varía a lo largo de la historia, siendo en otros casos
más exactamente identificado como medio águila o grifo en su parte
delantera y como caballo en la trasera.
Su figura puede remitirse al bestiario fabuloso persa, concretamente a
su ave mítica Simurg. Su origen es evocado por el poeta latino Virgilio
en sus Bucólicas y es representado en la antigüedad, durante los
merovingios y en la escultura románica
A diferencia de lo que se puede pensar, el hipogrifo no forma parte de
ninguna leyenda mitológica hasta que es claramente identificado y
definido por primera vez por Ludovico Ariosto para su poema Orlando
Furioso, en 1516.
Nace del cruce entre un grifo y una yegua. Su cabeza, alas, pecho y
patas delanteras son como las de un águila, característica heredada del
padre, y el resto del cuerpo es como el de un caballo, como la madre.
Jorge Luis Borges en El libro de los seres imaginarios señala que el
hipogrifo tiene un cuerpo más armónico que el del caballo alado o
pegaso.
Tiene cualidades positivas. Se considera al hipogrifo un símbolo de lo
imposible, ya que los grifos solían representarse como animales que
detestaban a los caballos, cazándolos y matándolos muy a menudo. Puede
volar más alto y más rápido que cualquier otra ave y tiene un valor de
montura espiritual del caballo alado y guardián del grifo. También
representa la lealtad y la honorabilidad.
Un hipogrifo, según los celtas se siente vigilado y en peligro cuando
alguien se le acerca demasiado rápido o hay movimientos bruscos