K. Ravenwolf
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| Tema: Consejos sobre el arte de escribir 13/10/2011, 11:03 pm | |
| Literarios les traigo algunos consejos, tips y demas que algunos grandes autores nos han dejado: Juan Bosch: - Spoiler:
El cuento es un género antiquísimo, que a través de los siglos ha tenidoy mantenido el favor público. Su influencia en el desarrollo de la sensibilidadgeneral puede ser muy grande, y por tal razón el cuentista debe sentirseresponsable de lo que escribe, como si fuera un maestro de emociones o deideas.
Lo primero que debe aclarar una persona que se inclina a escribircuentos es la intensidad de su vocación. Nadie que no tenga vocación decuentista puede llegar a escribir buenos cuentos. Lo segundo se refiere algénero. ¿Qué es un cuento? La respuesta ha resultado tan difícil que a menudoha sido soslayada incluso por críticos excelentes, pero puede afirmarse que uncuento es el relato de un hecho que tiene indudable importancia. La importanciadel hecho es desde luego relativa, mas debe ser indudable, convincente para lageneralidad de los lectores. Si el suceso que forma el meollo del cuento carecede importancia, lo que se escribe puede ser un cuadro, una escena, una estampa,pero no es un cuento.
"Importancia" no quiere decir aquí novedad, caso insólito,acaecimiento singular. La propensión a escoger argumentos poco frecuentes comotema de cuentos puede conducir a una deformación similar a la que sufren en suestructura muscular los profesionales del atletismo. Un niño que va a laescuela no es materia propicia para un cuento, porque no hay nada deimportancia en su viaje diario a las clases; pero hay sustancia para el cuentosi el autobús en que va el niño se vuelca o se quema, o si al llegar a suescuela el niño halla que el maestro está enfermo o el edificio escolar se haquemado la noche anterior.
Aprender a discernir dónde hay un tema para cuento es parte esencial dela técnica. Esa técnica es el oficio peculiar con que se trabaja el esqueletode toda obra de creación: es la "tekné" de los griegos o, si sequiere, la parte de artesanado imprescindible en el bagaje del artista.
A menos que se trate de un caso excepcional, un buen escritor de cuentostarda años en dominar la técnica del género, y la técnica se adquiere con lapráctica más que con estudio. Pero nunca debe olvidarse que el género tiene unatécnica y que ésta debe conocerse a fondo. Cuento quiere decir llevar cuenta deun hecho. La palabra proviene del latín computus, y es inútil tratar derehuir el significado esencial que late en el origen de los vocablos. Unapersona puede llevar cuenta de algo con números romanos, con números árabes,con signos algebraicos; pero tiene que llevar esa cuenta. No puede olvidarciertas cantidades o ignorar determinados valores. Llevar cuenta es ir ceñidoal hecho que se computa. El que no sabe llevar con palabras la cuenta de unsuceso, no es cuentista.
De paso diremos que una vez adquirida la técnica, el cuentista puedeescoger su propio camino, ser "hermético" o "figurativo"como se dice ahora, o lo que es lo mismo, subjetivo u objetivo; aplicar suestilo personal, presentar su obra desde su ángulo individual; expresarse comoél crea que debe hacerlo. Pero no debe echarse en olvido que el género,reconocido como el más difícil en todos los idiomas, no tolera innovacionessino de los autores que lo dominan en lo más esencial de su estructura.
El interés que despierta el cuento puede medirse por los juicios que lesmerece a críticos, cuentistas y aficionados. Se dice a menudo que el cuento esuna novela en síntesis y que la novela requiere más aliento en el que laescribe. En realidad los dos géneros son dos cosas distintas; y es es másdifícil lograr un buen libro de cuentos que una novela buena. Comparar diezpáginas de cuento con las doscientas cincuenta de una novela es una ligereza.Una novela de esa dimensión puede escribirse en dos meses; un libro de cuentosque sea bueno y que tenga doscientas cincuenta páginas, no se logra en tancorto tiempo. La diferencia fundamental entre un género y el otro está en ladirección: la novela es extensa; el cuento es intenso.
El novelista crea caracteres y a menudo sucede que esos caracteres se lerebelan al autor y actúan conforme a sus propias naturalezas, de manera que confrecuencia una novela no termina como el novelista lo había planeado, sino comolos personajes de la obra lo determinan con sus hechos. En el cuento, lasituación es diferente; el cuento tiene que ser obra exclusiva del cuentista.Él es el padre y el dictador de sus Criaturas; no puede dejarlas libres nitolerarles rebeliones. Esa voluntad de predominio del cuentista sobre suspersonajes es lo que se traduce en tensión por tanto en intensidad. La intensidadde un cuento no es producto obligado, como ha dicho alguien, de su cortaextensión; es el fruto de la voluntad sostenida con que el cuentista trabaja suobra. Probablemente es ahí donde se halla la causa de que el género sea tandifícil, pues el cuentista necesita ejercer sobre sí mismo una vigilanciaconstante, que no se logra sin disciplina mental y emocional; y eso no esfácil.
Fundamentalmente, el estado de ánimo del cuentista tiene que ser elmismo para recoger su material que para escribir. Seleccionar la materia de uncuento demanda esfuerzo, capacidad de concentración y trabajo de análisis. Amenudo parece más atrayente tal tema que tal otro; pero el tema debe ser vistono en su estado primitivo, sino como si estuviera ya elaborado. El cuentistadebe ver desde el primer momento su material organizado en tema, como si yaestuviera el cuento escrito, lo cual requiere casi tanta tensión como escribir.
El verdadero cuentista dedica muchas horas de su vida a estudiar latécnica del género, al grado que logre dominarla en la misma forma en que elpintor consciente domina la pincelada: la da, no tiene que premeditarla. Esatécnica no implica, como se piensa con frecuencia, el final sorprendente. Lofundamental en ella es mantener vivo el interés del lector y por tanto sostenersin caídas la tensión, la fuerza interior con que el suceso va produciéndose.El final sorprendente no es una condición imprescindible en el buen cuento. Haygrandes cuentistas, como Antón Chejov, que apenas lo usaron. "A la deriva",de Horacio Quiroga, no lo tiene, y es una pieza magistral. Un finalsorprendente impuesto a la fuerza destruye otras buenas condiciones en uncuento. Ahora bien, el cuento debe tener su final natural como debe tener suprincipio.
No importa que el cuento sea subjetivo u objetivo; que el estilo delautor sea deliberadamente claro u oscuro, directo o indirecto: el cuento debecomenzar interesando al lector. Una vez cogido en ese interés el lector está enmanos del cuentista y éste no debe soltarlo más. A partir del principio elcuentista debe ser implacable con el sujeto de su obra; lo conducirá sin piedadhacia el destino que previamente le ha trazado; no le permitirá el menordesvío. Una sola frase aun siendo de tres palabras, que no esté lógica y entrañablementejustificada por ese destino, manchará el cuento y le quitará esplendor yfuerza. Kippling refiere que para él era más importante lo que tachaba que loque dejaba; Quiroga afirma que un cuento es una flecha disparada hacia unblanco y ya se sabe que la flecha que se desvía no llega al blanco.
La manera natural de comenzar un cuento fue siempre el "había unavez" o "érase una vez". Esa corta frase tenía -y tiene aún en lagente del pueblo- un valor de conjuro; ella sola bastaba para despertar el interésde los que rodeaban al relatador de cuentos. En su origen, el cuento nocomenzaba con descripciones de paisajes, a menos que se tratara la presencia ola acción del protagonista; comenzaba con éste, y pintándola en actividad. Aúnhoy, esa manera de comenzar es buena. El cuento debe iniciarse con elprotagonista en acción, física o psicológica, pero acción; el principio no debehallarse a mucha distancia del meollo mismo del cuento, a fin de evitar que ellector se canse.
Saber comenzar un cuento es tan importante como saber terminarlo. Elcuentista serio estudia y practica sin descanso la entrada del cuento. Es en laprimera frase donde está el hechizo de un buen cuento; ella determina el ritmoy la tensión de la pieza. Un cuento que comienza bien casi siempre terminabien. El autor queda comprometido consigo mismo a mantener el nivel de sucreación a la altura en que la inició. Hay una sola manera de empezar un cuentocon acierto: despertando de golpe el interés del lector. El antiguo "habíauna vez" o "érase una vez" tiene que ser suplido con algo quetenga su mismo valor de conjuro. El cuentista joven debe estudiar condetenimiento la manera en que inician sus cuentos los grandes maestros; debeleer, uno por uno, los primeros párrafos de los mejores cuentos de Maupassant,de Kippling, de Sherwood Anderson, de Quiroga, quien fue quizá el másconsciente de todos ellos en lo que a la técnica del cuento se refiere.
Comenzar bien un cuento y llevarlo hacia su final sin una digresión, sinuna debilidad, sin un desvío: he ahí en pocas palabras el núcleo de la técnicadel cuento. Quien sepa hacer eso tiene el oficio de cuentista, conoce la"tekné" del género. El oficio es la parte formal de la tarea, peroquien no domine ese lado formal no llegará a ser buen cuentista. Sólo el que lodomine podrá transformar el cuento, mejorarlo con una nueva modalidad,iluminarlo con el toque de su personalidad creadora.
Ese oficio es necesario para el que cuenta cuentos en un mercado árabe ypara el que los escribe en una biblioteca de París. No hay manera de conocerlosin ejercerlo. Nadie nace sabiéndolo, aunque en ocasiones un cuentista natopuede producir un buen cuento por adivinación de artista. El oficio es obra deltrabajo asiduo, de la meditación constante, de la dedicación apasionada.Cuentistas de apreciables cualidades para la narración han perdido su donporque mientras tuvieron dentro de sí temas escribieron sin detenerse aestudiar la técnica del cuento y nunca la dominaron; cuando la veta interior seagotó, les faltó la capacidad para elaborar, con asuntos externos a suexperiencia íntima, la delicada arquitectura de un cuento. No adquirieron eloficio a tiempo, y sin el oficio no podían construir.
En sus primeros tiempos el cuentista crea en estado de semiinconsciencia.La acción se le impone; los personajes y sus circunstancias le arrastran; untorrente de palabras luminosas se lanza sobre él. Mientras ese estado de ánimodura, el cuentista tiene que ir aprendiendo la técnica a fin de imponerse a esemundo hermoso y desordenado que abruma su mundo interior. El conocimiento de latécnica le permitirá señorear sobre la embriagante pasión como Yavé sobre elcaos. Se halla en el momento apropiado para estudiar los principios en quedescansa la profesión de cuentista, y debe hacerlo sin pérdida de tiempo. Losprincipios del género, no importa lo que crean algunos cuentistas noveles, soninalterables; por lo menos, en la medida en que la obra humana lo es.
La búsqueda y la selección del material es una parte importante de latécnica; de la búsqueda y de la selección saldrá el tema. Parece que estas dospalabras -búsqueda y selección- implican lo mismo: buscar es seleccionar. Perono es así para el cuentista. Él buscará aquello que su alma desea; motivoscampesinos o de mar, episodios de hombres del pueblo o de niños, asuntos deamor o de trabajo. Una vez obtenido el material, escogerá el que más se avengacon su concepto general de la vida y con el tipo de cuento que se proponeescribir.
Esa parte de la tarea es sagradamente personal; nadie puede interveniren ella. A menudo la gente se acerca a novelistas y cuentistas para contarlescosas que le han sucedido, "temas para novelas y cuentos" que nointeresan al escribir porque nada le dicen a su sensibilidad. Ahora bien, si nadiedebe intervenir en la selección del tema, hay un consejo útil que dar a loscuentistas jóvenes: que estudien el material con minuciosidad y seriedad; queestudien concienzudamente el escenario de su cuento, el personaje y suambiente, su mundo psicológico y el trabajo con que se gana la vida.
Escribir cuentos es una tarea seria y además hermosa. Arte difícil,tiene el premio en su propia realización. Hay mucho que decir sobre él. Pero lomás importante es esto: El que nace con la vocación de cuentista trae al mundoun don que está en la obligación de poner al servicio de la sociedad. La únicamanera de cumplir con esa obligación es desenvolviendo sus dotes naturales, ypara lograrlo tiene que aprender todo lo relativo a su oficio; qué es un cuentoy qué debe hacer para escribir buenos cuentos. Si encara su vocación conseriedad, estudiará a conciencia, trabajará, se afanará por dominar el género,que es sin duda muy rebelde, pero dominable. Otros lo han logrado. Él tambiénpuede lograrlo. Anton Chejov: - Spoiler:
Consejos para escritores
Uno no termina con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir. Cuando escribo no tengo la impresión de que mis historias sean tristes. En cualquier caso, cuando trabajo estoy siempre de buen humor. Cuanto más alegre es mi vida, más sombríos son los relatos que escribo. Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco y no comprendo. No pulir, no limar demasiado. Hay que ser desmañado y audaz. La brevedad es hermana del talento. Lo he visto todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto. Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve. Cuando escribo, confío plenamente en que el lector añadirá por su cuenta los elementos subjetivos que faltan al cuento. Es más fácil escribir de Sócrates que de una señorita o de una cocinera. Guarde el relato en un baúl un año entero y, después de ese tiempo, vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro. Escriba una novela. Escríbala durante un año entero. Después acórtela medio año y después publíquela. Un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado. Te aconsejo: 1) ninguna monserga de carácter político, social, económico; 2) objetividad absoluta; 3) veracidad en la pintura de los personajes y de las cosas; 4) máxima concisión; 5) audacia y originalidad: rechaza todo lo convencional; 6) espontaneidad. Es difícil unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma cuando tu cabeza está cansada. Nunca se debe mentir. El arte tiene esta grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina, se puede engañar a la gente e incluso a Dios, pero en el arte no se puede mentir. Nada es más fácil que describir autoridades antipáticas. Al lector le gusta, pero sólo al más insoportable, al más mediocre de los lectores. Dios te guarde de los lugares comunes. Lo mejor de todo es no describir el estado de ánimo de los personajes. Hay que tratar de que se desprenda de sus propias acciones. No publiques hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que no pecas contra la realidad. Escribir para los críticos tiene tanto sentido como darle a oler flores a una persona resfriada. No seamos charlatanes y digamos con franqueza que en este mundo no se entiende nada. Sólo los charlatanes y los imbéciles creen comprenderlo todo. No es la escritura en sí misma lo que me da náusea, sino el entorno literario, del que no es posible escapar y que te acompaña a todas partes, como a la tierra su atmósfera. No creo en nuestra intelligentsia, que es hipócrita, falsa, histérica, maleducada, ociosa; no le creo ni siquiera cuando sufre y se lamenta, ya que sus perseguidores proceden de sus propias entrañas. Creo en los individuos, en unas pocas personas esparcidas por todos los rincones -sean intelectuales o campesinos-; en ellos está la fuerza, aunque sean pocos. FIN
anton Chejov: - Spoiler:
A Alexéi M. Peshkov (Máximo Gorki). Yalta, 3 de diciembre de 1898
Me pregunta cuál es mi opinión sobre sus cuentos. ¿Qué opinión tengo? Un talento indudable, y además un verdadero y gran talento. Por ejemplo, en el cuento "En la estepa crece" con una fuerza inhabitual, e incluso me invade la envidia de no haberlo escrito yo. Usted es un artista, una persona sabia. Siente a la perfección. Es plástico, es decir, cuando representa algo, lo observa y lo palpa con las manos. Eso es arte auténtico. Esa es mi opinión y estoy muy contento de poder expresársela. Yo, repito, estoy muy contento, y si nos hubiésemos conocido y hablado en otro momento, se hubiese convencido del alto aprecio que le tengo y de qué esperanzas albergo en su talento.
¿Hablar ahora de los defectos? No es tan fácil. Hablar sobre los defectos del talento es como hablar sobre los defectos de un gran árbol que crece en un jardín. El caso es que la imagen esencial no se obtiene del árbol en sí, sino del gusto de quien lo mira. ¿No es así?
Comenzaré diciéndole que, en mi opinión, usted no tiene contención. Es como un espectador en el teatro que expresa su entusiasmo de forma tan incontinente que le impide escuchar a los demás y a sí mismo. Especialmente esta incontinencia se nota en las descripciones de la naturaleza con las que mantiene un diálogo; cuando se leen, se desea que fueran compactas, en dos o tres líneas. Las frecuentes menciones del placer, los susurros, el ambiente aterciopelado y demás, añaden a estas descripciones cierta retórica y monotonía, y enfrían, casi cansan. La falta de continencia se siente en la descripción de las mujeres ("Malva", "En las balsas") y en las escenas de amor. Eso no es oscilación y amplitud del pincel, sino exactamente falta de continencia verbal. Después es frecuente la utilización de palabras inadecuadas en cuentos de su tipo. Acompañamiento, disco, armonía: esas palabras molestan. [...] En las representaciones de gente instruida se nota cierta tensión, como si fuera precaución; y esto no porque usted haya observado poco a la gente instruida, usted la conoce, pero no sabe exactamente desde qué lado acercarse a ella. ¿Cuántos años tiene usted? No lo conozco, no sé de dónde es ni quién es, pero tengo la impresión de que aún es joven. Debería dejar Nizhni [Nizhni-Novgorod] y durante dos o tres años vivir, por así decirlo, alrededor de la literatura y los círculos literarios; esto no para que nuestra generación le enseñe algo, sino más bien para que se acostumbre, y siente definitivamente la cabeza con la literatura y se encariñe a ella. En las provincias se envejece pronto. Korolenko, Potapenko, Mamin [Mamin-Sibiriak], Ertel, son personas excelentes; en un primer momento, quizás le resulte a usted aburrido estar con ellos, pero después, tras dos años, se acostumbrará y los valorará como merecen, y su compañía le servirá para soportar la desagradable e incómoda vida de la capital.
A Mijail P. Chéjov, Taganrog, 6 y 8 de abril de 1879
Haces bien en leer libros. Acostúmbrate a leer. Con el tiempo, valorarás esa costumbre. ¿La señora Beecher Stow [novelista norteamericana, autora de La cabaña del tío Tom] te ha arrancado unas lágrimas? La leí hace tiempo y he vuelto a leerla hace unos seis meses con un fin científico, y después de la lectura sentí la sensación desagradable que sienten los mortales que comen uvas pasas en exceso... Lee los siguientes libros: Don Quijote (completo, en siete u ocho partes). Es bueno. Las obras de Cervantes se encuentran a la altura de las de Shakespeare. Aconsejo a los hermanos que lean, si aún no lo han hecho, Don Quijote y Hamlet, de Turguéniev. Tú, hermano, no lo entenderás. Si quieres leer un viaje que no sea aburrido, lee La fragata Palas, de Goncharov.
A Dmitri V. Grigoróvich, Moscú, 28 de marzo de 1886
Su carta, mi querido y buen bienhechor, me ha impactado como un rayo. Me conmovió y casi rompo a llorar. Ahora pienso que ha dejado una profunda huella en mi alma. [...]
Todas las personas cercanas a mí siempre han menospreciado mi actividad de escritor y no han cesado de aconsejarme amistosamente que no cambiara mi ocupación actual por la de escritor. Tengo en Moscú cientos de conocidos, entre ellos dos decenas que escriben, y no puedo recordar ni a uno sólo que haya visto en mí a un artista. En Moscú existe el llamado “círculo literario”. Talentos y mediocridades de cualquier pelaje y edad se reúnen una vez por semana en el reservado de un restaurante y dan rienda suelta a sus lenguas. Si fuera allí y les leyera una parte de su carta, se reirían de mí. Tras cinco años de deambular por los periódicos he logrado compenetrarme con esa opinión general de mi insignificancia literaria. En seguida me acostumbré a mirar mis trabajos con indulgencia y a escribir de manera trivial. Esa es la primera razón. La segunda es que soy médico y siento una gran pasión por la medicina de modo que el proverbio sobre las dos liebres [“El que sigue dos liebres, tal vez cace una, y muchas veces, ninguna”] nunca quitó tanto el sueño a nadie como a mí. Le escribo todo esto sólo para justificar un poco ante usted mi gran pecado. Hasta ahora he mantenido, respecto a mi labor literaria, una actitud superficial, negligente y gratuita. No recuerdo ni un solo cuento mío en el que haya trabajado más de un día. "El cazador", que a usted le gusta, lo escribí en una casa de baños. He escrito mis cuentos como los reporteros que informan de un incendio: mecánicamente, medio inconsciente, sin preocuparme para nada del lector ni de mí mismo... He escrito intentando no desperdiciar en un cuento las imágenes y los cuadros que quiero y que, sabe Dios por qué, he guardado y escondido con mucho cuidado. [...]
Disculpe la comparación, pero ha actuado en mí como la orden gubernamental de “abandonar la ciudad en 24 horas”, esto es, de pronto he sentido la imperiosa necesidad de darme prisa, de salir lo antes posible del lugar donde me hallo empantanado... Estoy de acuerdo en todo con usted. El cinismo que me señala, lo sentí al ver publicado "La bruja". Si hubiera escrito ese cuento no en un día, sino en tres o cuatro, no lo tendría... Me libraré de los trabajos urgentes, pero me llevará tiempo... No es posible abandonar el carril en el que me encuentro. No me importa pasar hambre, como ya pasé antes, pero no se trata de mí. Dedico a escribir mis horas de ocio, dos o tres por día y un poco de la noche, esto es, un tiempo apenas suficiente para pequeños trabajos. En verano, cuando tenga más tiempo libre y menos obligaciones, me ocuparé de asuntos serios.
No puedo poner mi verdadero nombre en el libro, porque ya es tarde: la viñeta ya está preparada y el libro, impreso. Mucha gente de Petersburgo me ha aconsejado, antes que usted, no echar a perder el libro con un pseudónimo, pero no les he hecho caso, probablemente por amor propio. No me gusta nada mi libro [Cuentos abigarrados se publicó bajo el pseudónimo de Antosha Chejonté]. Es una vinagreta, un batiburrillo de trabajos estudiantiles, desplumados por la censura y por los editores de las publicaciones humorísticas. Creo que, después de leerlo, muchos se sentirán decepcionados. Si hubiera sabido que usted me lee y sigue mis pasos, no lo habría publicado. La esperanza está en el futuro. Sólo tengo 26 años. Quizás me dé tiempo a hacer algo, aunque el tiempo pasa deprisa. Le pido disculpas por esta carta tan larga. [...] Con profundo y sincero respeto y agradecimiento.
FIN
Mario Vargas Llosa: - Spoiler:
Sólo quien entra en literatura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda. No hay novelistas precoces. Todos los grandes, los admirables novelistas, fueron, al principio, escribidores aprendices cuyo talento se fue gestando a base de constancia y convicción. La literatura es lo mejor que se ha inventado para defenderse contra el infortunio. En toda ficción, aun en la de la imaginación más libérrima, es posible rastrear un punto de partida, una semilla íntima, visceralmente ligado a una suma de vivencias de quien la fraguó. Me atrevo a sostener que no hay excepciones a esta regla y que, por lo tanto, la invención químicamente pura no existe en el dominio literario. La ficción es, por definición, una impostura -una realidad que no es y sin embargo finge serlo- y toda novela es una mentira que se hace pasar por verdad, una creación cuyo poder de persuasión depende exclusivamente del empleo eficaz de unas técnicas de ilusionismo y prestidigitación semejantes a las de los magos de los circos o teatros. En esto consiste la autenticidad o sinceridad del novelista: en aceptar sus propios demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas. El novelista que no escribe sobre aquello que en su fuero recóndito lo estimula y exige, y fríamente escoge asuntos o temas de una manera racional, porque piensa que de este modo alcanzará mejor el éxito, es inauténtico y lo más probable es que, por ello, sea también un mal novelista (aunque alcance el éxito: las listas de bestsellers están llenas de muy malos novelistas). La mala novela que carece de poder de persuasión, o lo tiene muy débil, no nos convence de la verdad de la mentira que nos cuenta. La historia que cuenta una novela puede ser incoherente, pero el lenguaje que la plasma debe ser coherente para que aquella incoherencia finja exitosamente ser genuina y vivir. La sinceridad o insinceridad no es, en literatura, un asunto ético sino estético. La literatura es puro artificio, pero la gran literatura consigue disimularlo y la mediocre lo delata. Para contar por escrito una historia, todo novelista inventa a un narrador, su representante o plenipotenciario en la ficción, él mismo una ficción, pues, como los otros personajes a los que va a contar, está hecho de palabras y sólo vive por y para esa novela. El de las novelas es un tiempo construido a partir del tiempo psicológico, no del cronológico, un tiempo subjetivo al que la artesanía del novelista da apariencia de objetividad, consiguiendo de este modo que su novela tome distancia y diferencie del mundo real. Lo importante es saber que en toda novela hay un punto de vista espacial, otro temporal y otro de nivel de realidad, y que, aunque muchas veces no sea muy notorio, los tres son esencialmente autónomos, diferentes uno de otro, y que de la manera como ellos se armonizan y combinan resulta aquella coherencia interna que es el poder de persuasión de una novela. Si un novelista, a la hora de contar una historia, no se impone ciertos límites (es decir, si no se resigna a esconder ciertos datos), la historia que cuenta no tendría principio ni fin. Ernest Hemingway: Varios consejos - Spoiler:
Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo. La jerga que adoptes debe ser reciente, de lo contrario no sirve. Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como "espléndido, grande, magnífico, suntuoso". Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas. Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir. Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias... A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos. Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.
mis consejos - Spoiler:
Recuerden ningun cuento termina a la primera, les traeran desvelos, pero jamas se rindan, caminen un poco, juegen a la consola, pasen al perro, descansen su mente y veran que las ideas comienzan a surgir.
Y como dicen no temas mostrar tu obra, creelo reciviras mas criticas positivas de lo que te puedas imaginar, y nunca te enojes con aquellos que insulten tu obra, sera dificil, pero aprende de ellos, creece y has que tu obra lo haga contigo luego regresa y callales la boca, haciendo que tu obra los deje mudos.
Que te ropanpan la cara pero que jamas mermen tu espiritu de escritor adios!
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